2 oct 2013

The Holders: Introduccion (Creepypasta)

The Holders



En cualquier ciudad, en cualquier país, hay una institución de salud mental o centro de rehabilitación donde puedes intentar ir por un Objeto. Había 2538 de estos Objetos, pero dos mil se perdieron.......

Los 538 restantes nunca deben estar juntos. Jamás.
Estas historias han sido recogidas de varias fuentes, muchas de las cuales son cuestionables, pero todas tienen un aspecto en común: cuentan la historia de una serie de Objetos, los cuales, de ser reunidos, traerán horribles consecuencias, detalles que conducen a muchos a la locura.
La veracidad de las historias siempre está en duda; así se quería que fuese. La especulación circula desenfrenada. Nadie realmente sabe si los Objetos son reales, o si de hecho hay un número fijo de Objetos que existen en el mundo y que anhelan una reunión con los suyos. Parte de lo que hace a las historias de Los Portadores tan incitante es la posibilidad de que cualquier persona pueda ir a una institución de ayuda especial y someterse a una prueba de vigor para conseguir un Objeto.
Los Objetos, aunque poderosos y temibles, carecen de la habilidad para reunirse por voluntad propia, y por lo tanto se ven obligados a convocar la ayuda de ciertos individuos. Estas personas se convierten en Buscadores, con historias tan perturbadoras y detestables como los mismos Objetos. Los Buscadores han emprendido su viaje por tres razones principales: buscar Poder, buscar Reunión o buscar Separación. Sus metas son conocidas por convertirlos en villanos y monstruos, y sólo podemos esperar que aquellos de corazón justo prevalezcan sobre estos seres.
Quizá haya una buena razón para que llegases a este sitio, querido lector. Los Objetos han de estar llamando.
¿Responderás?
http://creepypastas.com/the-holders

Los Portadores 61-65

El Portador de la locura

En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier institución de salud mental o centro de rehabilitación al que tengas acceso. Estando en la recepción, pide reunirte con aquel que se hace llamar «El Portador de la locura». El empleado a cargo asentirá detenidamente y te invitará a seguirlo a una sala de espera. Se irá dentro de poco, y todas las luces se apagarán. Cuando se recupere la energía, trece segundos más tarde, estarás en un pasillo muy sucio, con escritura cuneiforme grabada en las paredes.
Mientras sigues tu camino, la escritura cambiará gradualmente hasta asemejarse a una alienígena —tratar de descifrarla te conducirá a una agonía inimaginable por el resto de tus días mortales—. Una vez que llegues hasta un reluciente orbe negro que parece derramar un contenido líquido, debes decir: «Todos estamos locos, pues eres tú quien trae la locura». Si el orbe pasa a ser una puerta, entra; si empieza a girar, serás arrastrado a la Nada.
En la cámara siguiente, hecha de un coral negro y grotesco, se encuentra una figura en cambio continuo. En él, ella, eso, verás a todos los hombres, todas las mujeres, niños, animales, criaturas, bestias y horrores que existen. No advertirá tu presencia a menos que extiendas tu mano izquierda, y digas, «Le hago un juramento a Koth; que la Torre se mantenga siempre en pie». En ese momento cesará sus cambios el tiempo suficiente para estrechar tu mano. Tu alma se desprenderá de tu cuerpo, y será puesta en un cráneo humanoide enumerado que yace en una pila a su izquierda.
Tocar ese cráneo te llevará al vestíbulo de un antiguo templo situado en las arenas de Mesopotamia.
El cráneo es el Objeto 61 de 538. Debe converger una vez más.

El Portador de la salvación

En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier institución de salud mental o centro de rehabilitación al que tengas acceso. Estando en la recepción, pide sin vacilar reunirte con aquel que se hace llamar «El Portador de la salvación». El empleado a cargo te dará una sonrisa de complicidad y hará señas para que lo sigas. Serás guiado afuera, hacia un pozo viejo y deteriorado en donde el empleado te entregará una llave, antes de retomar sus labores.
Si miras dentro del pozo verás una escalera de cuerda que se extiende a lo que parece una profundidad infinita. De optar por descender, escucharás el viento en lo que una suave brisa recorre la zona. Puede sonarte como un canto celestial, o como los infernales lamentos de los condenados; no hay manera de saber qué escucharás. Si en tu descenso el viento deja de soplar en cualquier momento, detente, incluso si quedas sosteniéndote con una mano, pues aquello significa que una impensable criatura del Demonio ha aparecido en el pozo. Si permaneces completamente quieto, y tienes mucha suerte, sentirás el viento de nuevo. Sin embargo, de escuchar un rugido bestial, sería el actuar de un sabio dejarse caer, y esperar que el fondo del pozo llegue antes que la criatura.
Una vez que la bestia se haya retirado, espera un buen minuto antes de reanudar tu descenso. En nada de tiempo habrás perdido de vista la entrada del pozo. No te molestes en tratar de iluminar el resto de tu trayecto; la oscuridad consumirá toda luz. Tras lo que te parecerá una eternidad, habrás llegado al fondo del pozo.
El resplandor de una vela te permitirá reconocer tu ubicación: estarás en un cuarto pequeño, sólo un poco más amplio que el pozo, con una puerta de madera enfrente tuyo. Acércate a ella y toca tres veces, con cuidado. Se oirá la voz de una mujer, diciéndote, «Ven, querido, te he estado esperando».
Del otro lado hay una habitación no más grande que un armario, en la que habrá una mujer joven y hermosa sentada en lo que parece ser un cofre antiguo. Ella sólo responderá a una pregunta: «Si se juntan de nuevo, ¿qué podrá salvarnos?».
La mujer pasará a describirte, con terrible detalle, la única forma de detenerlos una vez que se hayan reunido. Muchos pierden la esperanza en este cuarto, pero no debes permitírtelo, o tu destino estará sellado. La mujer concluirá su relato profiriendo un llanto sobrenatural y desaparecerá, dejando atrás el cofre. La llave que se te entregó previamente lo abrirá.
Lo que protege el cofre es el Objeto 62 de 538. Depende de ti reunirlo con los de su clase.

El Portador de la perdición

En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier institución de salud mental o centro de rehabilitación al que tengas acceso. Estando en la recepción, pide sin vacilar reunirte con aquel que se hace llamar «El Portador de la perdición». El empleado a cargo, aterrado, negará saber algo del asunto; pero disimuladamente te pasará una llave desdentada con un «‡» grabada en ella, y apuntará con su dedo hacia cierto pasillo. Al final de éste habrá una puerta cuya perilla está hecha de una piedra tan negra como la noche más oscura, y de tocarlo, te parecerá sentir a tu alma siendo desgarrada de tu cuerpo.
Al entrar por esa puerta te encontrarás en un pasillo muy bien iluminado. Las paredes estarán decoradas con dibujos semejantes a los de un infante, ilustrando los sueños de tal infante. No mires estos dibujos, pues su aspecto agradable no es más que una fachada ocultando su verdadera naturaleza. El techo de este pasillo gotea sangre. Si llegases a ver arriba, y créeme, esto es algo que tampoco querrás hacer, verías los cadáveres destripados de cientos, no, miles de niños, clavados al techo con sus propios huesos.
De llegar al final del pasillo, encontrás una puerta de hierro maciza. A la altura de tus ojos habrá una pequeña placa corrediza. Toma la llave que te fue dada anteriormente y sostenla en tu mano, con el «‡» descubierto y apuntando hacia la placa. Cierra los ojos y da un golpecito a la placa; la escucharás deslizarse hacia fuera de la puerta. Resiste cualquier tentación de mirar. Espera, y cuenta hasta diez, detenidamente. Si no sientes la dentadura de la llave cambiar, o llegas a abrir tus ojos, corre. Corre tan rápido como puedas y sólo detente cuando tus piernas no puedan ir más lejos. Sin embargo, si sientes la llave cambiar, espera hasta que oigas que la placa vuelve a su lugar, y abre tus ojos. En vez de ella verás un candado enorme. Ábrelo con tu nueva llave y entra rápidamente al cuarto, cerrando la puerta detrás de ti. El Portador de la perdición repudia la luz.
Estarás en un cuarto oscuro. No tendrá luz ninguna clase, pero escucharás una respiración trabajosa venir del rincón más lejano. No te le acerques, y no hables. Las únicas palabras que no acabarán en tu muerte, son: «¿Quién fue el que los reunió a todos?». De formular la pregunta, escucharás una voz, ni de hombre ni de mujer, hablando en tu mente. Pero pronto abandonará su discurso, y las imágenes que creará en tu mente serán horrorosas. Si soportas su tortura, te darás cuenta de que han aparecido diminutos puntos de luz a lo largo del cuarto. Un siseo llenará el lugar, y se acrecentará hasta ser el grito más espantoso que hayas escuchado mientras cada punto de luz explota, alumbrando el cuarto. Cuando la luz se atenúe, verás los restos del Portador esparcidos en una esquina. No te acerques para darle un mejor vistazo; las serpientes muertas aún pueden morder. A tus pies descubrirás una bolsita de terciopelo. Contiene una estrella de cristal perfecta.
La estrella es el Objeto 63 de 538. Si se le permite brillar, su luz volverá loco a todo aquel que la vea.

El Portador de la naturaleza

En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier institución de salud mental o centro de rehabilitación al que tengas acceso. Estando en la recepción, tapa tus oídos y pide reunirte con aquel que se hace llamar «El Portador de la naturaleza». El empleado a cargo se pondrá de pie y empezará a gritar en un lenguaje desconocido, con una voz más llena de maldad que Satanás o cualquier demonio de su legión. Aun con tus oídos cubiertos, tu cabeza se sentirá como si estuviese en llamas mientras el empleado vocifera en su lengua maldita. Cuando se haya detenido, espera diez segundos antes de destapar tus oídos, y pon una mano en tu frente, diciendo: «En el principio». Entonces el empleado abrirá su boca y aparecerá un portal

El Portador de la agonía

En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier institución de salud mental o centro de rehabilitación al que tengas acceso. Estando en la recepción, pide reunirte con aquel que se hace llamar «El Portador de la agonía». El empleado a cargo te mirará asombrado, como si no hubiese entendido por qué reconoció el nombre. Balbuceará por un momento, pero luego su expresión facial cambiará a un ceño demacrado. Temblará, se hará a un lado y se negará. Debes insistir, sin perder la calma, incluso si él llegase a llorar o gritarte. Eventualmente, la vida se irá de sus ojos, y te guiará, arrastrando sus pies, a un cuarto sin enumerar al final del pasillo.
El empleado te abrirá la puerta, e inesperadamente te dará una patada en la parte baja de tu espalda precipitándote adentro del oscuro cuarto. No se lo impidas. Este cuarto olerá a toallitas húmedas con alcohol y simultáneamente a la fuerte esencia metálica de la sangre. No serás capaz de ver nada hasta que la puerta por la que entraste se abra, y la luz gris de afuera ilumine a una desgarbada figura encapuchada entrando al cuarto. Cuando la puerta se cierre, sentirás de inmediato a la figura presionar su cuerpo contra el tuyo. Sus miembros huesudos punzarán tus costillas y estómago, mientras dirá: «Te conozco». Permanece completamente inmóvil. No hagas ningún ruido, excepto el de preguntar: «¿Por qué están sufriendo?».
Responderá, con un siseo desgarrador: «Te retendré aquí por toda la eternidad, y cada noche, te mutilaré, violaré y  asesinaré». No tendrás tiempo para huir o pensar, antes de que sientas una cuchilla enterrándose en tu abdomen y atravesando tu espalda. No te muevas. No hables. No grites.
La voz continuará: «Asesinaré a todos cuanto amas, y los haré ver tu rostro en su asesino. Corromperé tu mente hasta que seas tan grotesco y perverso como el resto de nosotros». Más cuchillas perforarán tu cuerpo, en partes suaves, en partes imposibles, y la voz retomará sus juramentos de muerte; y su tortura, tan creativamente inhumana y meticulosamente desalmada, te pondrá en peligro de perder tu mente.
La quietud será tu única defensa. Si te mueves, las cuchillas, aumentando su cantidad de una a cinco, a treinta, a cien o mil, si acaso tuvieses la oportunidad de contar, desgarrarán en toda dirección, forzando a cada trozo de tu carne y nervios a permanecer conscientes y alertas de cómo eres descuartizado una y otra vez indefinidamente.
Debes escuchar a su voz con detenimiento, pues eventualmente, dirá una que otra cosa importante.
Si dice: «Esta gloria está reservada para aquellos que se han probado a sí mismos», entonces sólo puedo ofrecerte mis condolencias. Tu sufrimiento será tan increíblemente horrible, que cualquiera en la Tierra que haya visto tu rostro u oído tu nombre tendrá pesadillas de tu agonía. Tu alma será una cáscara desperdiciada.
Si dice: «La totalidad de tu existencia está libre de esta agonía», debes responder, con rapidez y seguridad: «La agonía nos llena a todos hasta que hayan dejado de hacer daño». Seguidamente, todo se detendrá —el dolor, el siseo—, y sentirás a la figura desintegrarse sobre tu cuerpo. Levanta su capucha y encontrarás una bolsa de cuero. Ábrela sólo si quieres descubrir cómo sería ver al mundo ser destruido por una plaga que ni siquiera el Infierno absolvería.
El polvo de tu torturador es el Objeto 65 de 538. No huyas, o nunca lo sabrás.

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