14 nov 2013

Hasta morir

Diario de Antonio Franco, 20 de octubre:
Mi esposa me dio un último ruego para llevarla al hospital, pero le volví a contar la historia de cómo la cirugía de mi madre había salido mal y comprendió mi disgusto por los hospitales y los doctores, mientras ella derramaba lágrimas de resignación. Creo que debo aceptarlo, se me está muriendo y nada puedo hacer para evitarlo, ni siquiera sé qué enfermedad tiene, sólo sé que su pulso y su presión tienen cambios constantes que la agotan y no se puede mover de nuestra cama. Pobre de ella, pobre de mí, ¿qué haré si se me va? ¿Qué haré, Dios mío?
Diario de Antonio Franco, 21 de octubre:
La parte izquierda del cuerpo de mi querida Lucía ha quedado paralizada, y eso le impide formular palabras coherentes; ahora la única forma que tiene de comunicarse son sus ojos que sólo gritan desesperación… No sé qué hacer, pero sí sé qué no hacer, y eso es llevarla a un condenado hospital. Sobre mi cadáver irá a uno, no enviaré a la mujer que es todo para mí, que es mi vida, a un lugar donde te la arrebatan y tratan como un número en vez de una vida. No, Lucía, jamás te llevaré a un lugar de esos, dejaré que mi amor sea el que te sane y que mi mano sea la que siga limpiando el sudor de tu frente y las lágrimas que corren por tus mejillas. Se me está muriendo, Dios mío…

Diario de Antonio Franco, 22 de octubre:
Lucía ha presentado una recuperación milagrosa, tan milagrosa que aunque un santo hubiese venido a mi puerta no la hubiese creído. Me despertó con un beso en la mejilla, aunque aún se sentía algo débil, por la que la ayudé a cambiar sus ropas que no había podido cambiarse. También la ayudé a bañarse, le hice todas las comidas y se las di en su boca, justo como ella hace cuando yo me enfermo. Pasé el día con ella viendo películas y series de televisión, y al terminar el día quise hacer el amor con ella, pero se sentía muy débil así que sólo dormimos mientras mi brazo rodeaba su cuerpo y mi boca descansaba cerca de su oreja.
Diario de Antonio Franco, 23 de octubre:
Mi esposa sigue un poco débil pero ha presentado mejoría, por lo que creí pertinente invitar a amigos de la pareja para que la vieran recuperada de lo que todos creían iba a ser la enfermedad que acabaría con su vida. Fue una charla un poco incómoda, ya que los demás me miraban con extrañeza e incluso un poco de lástima. A veces notaba disgusto en la expresión de sus caras cuando besaba a mi amada, quizás sea porque ahora el amor es una enfermedad en un mundo donde sólo existe el odio, quién sabe. Al irse, todos me preguntaron si me sentía bien y no se molestaron en preguntarle lo mismo a Lucía, ¡qué desconsiderados!
Diario de Antonio Franco, 25 de octubre:
El día transcurrió con normalidad, sin embargo, la noche fue mágica… Lucía por fin se sentía bien, y me miraba con ojos de amor que hacía mucho tiempo que no tenía, por fin había vuelto ese falsette de su risa que siempre hacía al sonreír. Bailamos y bailamos al ritmo del vals de una grabadora vieja. Al terminar de bailar, ella me sugirió que hiciéramos el amor, y yo encantado acepté. Fue la vez que más lo disfrutamos, nunca la escuché gemir así, nunca la vi tan viva. Nos esperan años llenos de felicidad y salud.

Diario de Lucía Álvarez, 20 de Octubre:
Apenas y tengo la fuerza para escribir, cómo me gustaría que Antonio se diera cuenta de que si no recibo atención médica me moriré… Aunque quizás me muera de todas formas… eso es lo más seguro. Le ahorraré el disgusto a mi amado de ver morir a otra mujer querida en el hospital, quizás así deje de tenerles rencor, y eso es importante, ya que algún día los necesitará. Qué débil me siento esta noche…
Diario de Lucía Álvarez, 21 de octubre:
Siento que la vida se me va… Será un milagro si despierto mañana.
Diario de Lucía Álvarez, 22 de octubre:
Diario de Lucía Álvarez, 23 de octubre:
Diario de Lucía Álvarez, 25 de octubre:

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